jueves, 25 de febrero de 2016

Morir de Hambre. Marcelle Pichon

Marcelle Pichon de 64 años, fue encontrada, diez meses después de su muerte, perfectamente momificada en su cama. Pero tal vez este caso nos interese más por los últimos momentos de  vida de la mujer que por el estado de conservación de su cuerpo. Fue modelo en la sastrería de Jacques Fath en los años cincuenta, que había pasado por dos divorcios, y que vivía sola, sin dinero, en un piso sin luz, sin gas, sin teléfono, en septiembre de 1984 decidió dejarse morir de hambre.

Su diario, que fue encontrado al lado de su cama y que fue redactado con paciencia, día tras día, es alucinante. He aquí algunas páginas:
"23 septiembre: cansada de vivir, he decidido morir. 9 de octubre: Decimoséptimo día de ayuno. Medio litro de agua al día. Me aseo sentada, el corazón late cada vez menos. 45 kilos. 24 de octubre: Trigésimo primer día. 40 kilos, crisis de hígado espantosa; por una taza de caldo, una raja de melón, una naranja, una vendería el alma. 28 de octubre: Es terrible, ya no consigo tragar agua, mi lengua es como un caracol que suelta babas. Mi mente sigue estando lúcida. 6 de noviembre: Esto es el fin, la orina está llena de sangre... Morir de hambre es la peor muerte que existe; como siempre, la verdad nunca se sabe..."

Marcelle Pichon, probablemente, murió la misma noche. Su cuerpo, completamente deshidratado, pudo conservarse intacto por momificación natural.

(Texto sacado del libro Las Momias de Renato Grilletto)



Más información sobre el caso:
www.semana.com/mundo/articulo/morir-de-hambre-soledad/6956-3

miércoles, 24 de febrero de 2016

Victor Ardisson

Victor Ardisson nació y vivió en una chabola de Muy (Var), en el sur de Francia, el 5 de septiembre de 1872.
Aprendió a leer y a escribir, pero a los trece años abandonó la escuela porque todo el mundo se burlaba de él. Era servicial, pero necesitaba satisfacer su voraz apetito y sus instinto sexuales. A los veinte años se convirtió en el sepulturero del pueblo: fue el único trabajo que consiguió, ya que era un hombre muy grueso, pero débil y fofo. El sueldo fijo le aseguraba la comida, pero necesitaba solucionar su otro problema: el sexo. Y la solución la encontró fácilmente. La tercera persona que le toco enterrar era una muchacha morena que murió de tifus. Después de enterrarla, la misma noche, Victor volvió al cementerio, abrió de nuevo el ataúd, y abusó de la muerta. A partir de entonces, Victor no tuvo problemas: jóvenes y viejas, guapas y feas, putrefactas o no, todas le servían, ¡al fin y al cabo eran mujeres!.

En 1901 murió Gabrielle, una niña de trece años: ésta iba a ser el "gran amor" de Victor. Como no podía llevarse el cadáver a casa, porque pesaba demasiado para él, con un cuchillo cortó como pudo la cabeza, y con ese macabro trofeo bajo el brazo, a las once de la noche llego a su chabola. Metió la cabeza en un armarito con unas flores de campo y durante cinco largos meses permaneció fiel a ese amor. En su diario leemos: "Oh, Gabrielle, mi silencioso amor. Nosotros podemos comprendemos sin palabras, sólo con mirarnos, tú me amas, yo te amo: ¡somos felices!" ¡Unos versos dignos de un poema de amor!
Pero ya sabemos que la carne es débil.

El 1 de septiembre del mismo año 1901 murió, una niña de tres años y medio, con bucles dorados. Esta vez Victor, olvidándose de su gran amor por Gabrielle, consiguió llevarse a casa todo el cuerpecito, apretándolo entre sus brazos. Más tarde, escribiría en su diario: "¡Eres la diosa del amor" Tuvo la delicadeza de no meter a Louise en el mismo armario de Gabrielle, puesto que, al fin y al cabo, eran...rivales.
Pero los vecinos notaban que el hedor iba aumentando día tras día y denunciaron el hecho a los gendarmes. ¡Cual sería su sorpresa al ver la cabeza momificada de Gabrielle rodar a sus pies al abrir el armario! y no tuvieron ninguna duda sobre las condiciones mentales de Victor cuando éste grito:"¡Cuidado, idiota! ¿No ves que le haces daño?"
Victor Ardisson, que fue encerrado primero en la cárcel de Draguignan y después en el manicomio de Pierrefeu, no vivió mucho tiempo, pero su caso se convertiría en una especie de piedra miliar.
En efecto, en 1906 apareció en París un tratado que se vendió rápidamente: Aportación al estudio de la necrofilia: el caso de Ardisson.






Texto sacado del libro Las Momias de Renato Grilleto